El puro amor que surge sin grandes
cadenas
flotando a través de un aire con
sabor aún no profanado,
el ígneo sentimiento emanado cual
nube orgánica en su liviandad
en espera de la lluvia que nos
traería el oro,
es un ave de tántrico plumaje que se
drena silenciosa
para no volver a consumirse en el
abismo Némesis del alma,
un ave fraterna que el viento de la
palabra besa
como yo te beso a ti, mi Gloria
Jónica de pluma,
rayando en cada vuelo nuestra piel
ahora de verano
para entrelazar miradas que lo dicen
todo hasta abrazarse.
Es milenaria esta emoción de bosque
en crecimiento
cuando el día anuncia sus ventanas y
sus puertas,
una emoción de agua, hija de las
solitarias cumbres,
hermana de los huracanes que aún no
tocan tierra,
una emoción de burbuja perdurable en
tus ojos
para no dormir en las agujas que el
tiempo clava
sobre la piel de un mundo cada vez
menos humano.
Así te siento para suspender la
violencia de los espíritus.
En esta superficie de increada
realidad infatigable
quiero promover la siempre suave
germinación de las palabras,
subiendo desde la oscuridad del
encierro kármico
hasta las clásicas alturas del
pensamiento abarcante
y el tierno amor que en silencio
toca lo divino.
Lo que ahora nos sucede vino de
Coyhaique
en temprana juventud,
se forjó en Santiago y retornó
después a San Francisco,
(el santo y el pueblo entrelazados
por un nombre
que tanto significa desde tus
cimientos en la fe,)
para descubrir el velo de la historia
en nuestra historia,
como ángeles terrenales que buscan
el agua fundacional
vertida en una copa de oro,
subiendo
y a veces también cantando.
¡Y ahora música para levantar la
hora y comenzar!
Me gustaría derramar una materia
enorme
sobre las semillas de nuestra
memoria futura,
quisiera hacer fluir un éter de
sonido en primavera
por esta clara atmósfera que nos
envuelve
cada vez que somos un alma de
perfecta forma,
pequeños dioses movidos por un soplo
teúrgico,
pequeños mortales que se aman a
muerte
limpiamente comprometidos en
matrimonio.
Juntos sabremos promover la armonía
de los años
que se cuelan por un leve espacio
antes de nacer,
porque ahora no tocamos el tiempo
pero somos,
damos lo nuestro a nosotros,
el día claro en brillante elevación
de calles volcánicas
sufriendo catalepsias de tiempo
seco,
nuestros dulces abrazos ablandando
la piel del espacio,
haciendo grande lo que era pequeño,
flotando en silencios que nos unen
desde el corazón,
desde la cruda voluntad de continuar
bebiendo música
y momentos que se adhieren al
recuerdo
como pétalos enfurecidos frente al
rostro de Dios.
El futuro del que hablo es miel,
es fruta que madura sobre labios,
y es limpio el futuro que nos espera
desde arriba,
es tiempo envasado sin fecha de
vencimiento,
tiempo que nos empuja hacia la
tierra brillante,
tiempo que mojamos entre dos,
tú y yo, amantes,
espacio que ocupamos desde otros
abismos,
tú y yo, amigos,
tierra que con fuego separamos hasta
nacer,
tú y yo, esposos,
arrastrados al océano de las formas
pétreas
que inundan la certera tranquilidad
de estar aquí y ahora.
Y el presente, amor mío, Gloria mía,
más mía aún por ser ahora esta línea
de luz incorpórea
la que saca del vacío tanta historia
imborrable,
el presente de estos días que huelen
a sorprendente felicidad,
caminando por la vía de un
continente dulce y cálido,
nos hundimos en la certera brisa de
este devenir
cubierto de joyas incorpóreas hechas
de fuego,
manuscritos ancestrales ocultos por
la vida
y apartados del ruido mundanal que
nos rodea.
Todo lo que hacemos juntos tiene la
marca del amor
y está bendito por dos cielos, el
tuyo y el mío,
cielos que se entrelazan combinando
sus matices
en el centro de nuestros corazones,
y ahora sólo queda empaparnos de
este juego
donde ambos seremos ganadores,
porque si alcanzas a creer en mis
palabras,
la dicha será tan sólida como una
roca
que sostiene aquel imperio donde
nacen los héroes
que supieron conquistar la maravilla
de vivir,
y nada más.